MÁS ALLÁ DE LAS URNAS

12 de agosto de 2025

El voto como herramienta de cambio real

En pocos días, Bolivia volverá a las urnas. Esta vez, sin un candidato favorito claro, el escenario electoral es incierto y tenso. Las encuestas muestran márgenes estrechos y una competencia abierta que refleja un país dividido en expectativas, miedos y demandas. No hay un liderazgo que arrastre de manera unánime, pero sí una certeza: la democracia es el pilar fundamental para el desarrollo y la continuidad de cualquier nación. Y como todo pilar, necesita ser defendido, fortalecido y ejercido.

La democracia, con todos sus defectos y limitaciones, es el único sistema que garantiza que podamos elegir, fiscalizar y cambiar a nuestros gobernantes sin violencia. Su ausencia, en cambio, abre la puerta a abusos de poder, retrocesos en derechos y crisis prolongadas. En Bolivia, hemos vivido momentos de alta inestabilidad, rupturas institucionales y erosión de la confianza ciudadana. Sin embargo, lo que hoy está en juego va más allá de un nombre en la papeleta: se trata de la capacidad de construir un país donde las políticas públicas respondan a las necesidades reales de su gente, y no a intereses circunstanciales.

Votar sin un favorito claro puede parecer un acto de resignación, pero es, de hecho, una oportunidad. Es el momento de romper con el voto impulsivo, con la costumbre de decidir por simpatía personal o por rechazo a un adversario. Es la ocasión para poner en el centro las propuestas, su viabilidad, el historial de quienes las presentan y, sobre todo, su coherencia con los principios que queremos para nuestro futuro colectivo.

La experiencia de Cecasem en campo demuestra que las decisiones políticas se sienten en la piel. En comunidades rurales y urbanas, las leyes y presupuestos determinan si habrá recursos para prevenir y atender casos de violencia de género, si se implementarán programas efectivos contra la trata de personas, si se garantizará la seguridad alimentaria o si se tomarán medidas serias frente a la crisis ambiental. Un voto informado no es un lujo académico: es una herramienta concreta para influir en estas realidades.

En la lucha contra las violencias entrecruzadas, por ejemplo, la existencia de políticas integrales puede significar que una mujer víctima reciba atención inmediata, que una adolescente esté protegida en el entorno digital o que haya capacitación constante para operadores de justicia. En la prevención de la trata de personas, un gobierno comprometido se traduce en controles fronterizos efectivos, en campañas masivas de concientización y en programas de reintegración para las víctimas. En el ámbito ambiental, la voluntad política es la que define si las comunidades afectadas por incendios forestales y sequías recibirán asistencia técnica y recursos para adaptarse, o si quedarán abandonadas a su suerte. Y en soberanía alimentaria, las decisiones estatales pueden potenciar la producción agroecológica, proteger semillas nativas y preservar el agua y la tierra de la que dependen miles de familias.

Mirar a otros países puede ser revelador. Costa Rica ha sostenido por décadas una política ambiental robusta gracias a su estabilidad democrática, convirtiéndose en líder en energías renovables y conservación. Uruguay, con un sistema institucional sólido, ha logrado implementar políticas sociales que perduran más allá de los cambios de gobierno. En contraste, las naciones que han debilitado su democracia han visto retrocesos inmediatos en derechos sociales, ambientales y de género. Estos ejemplos muestran que la democracia no es garantía automática de progreso, pero sí el terreno fértil donde puede crecer.

El voto del próximo domingo no debe entenderse como el final de un proceso, sino como el inicio de una etapa de responsabilidad ciudadana. Elegir es apenas el primer paso; después viene la vigilancia, la exigencia de transparencia y el compromiso de participar activamente en los espacios donde se toman decisiones que afectan nuestra vida diaria. La participación democrática, como la entiende Cecasem, es un ejercicio constante: una comunidad informada y organizada puede frenar proyectos dañinos, impulsar leyes locales y fortalecer redes de protección social.

En esta elección, la pregunta central no es quién nos agrada más, sino quién tiene la capacidad y la voluntad de implementar políticas que protejan derechos, promuevan la equidad, defiendan el medio ambiente y generen condiciones para el desarrollo sostenible. En un escenario sin favoritos, el poder real está en la mirada crítica de la ciudadanía y en su decisión de no dejarse arrastrar por el ruido mediático o la manipulación emocional.

Bolivia enfrenta una oportunidad única. No habrá un candidato que llegue por arrastre, y eso nos obliga a pensar con más profundidad. Este es el momento de votar con la memoria de lo que hemos vivido, con la claridad de lo que necesitamos y con la esperanza de lo que queremos construir. Un voto consciente es una inversión en el futuro, un acto de defensa de la democracia y un paso hacia un país más justo, inclusivo y sostenible.

Porque, más allá de las urnas, la democracia se sostiene con cada decisión que tomamos como ciudadanía. Y este domingo, esa decisión empieza con un lápiz, una papeleta y la convicción de que nuestro voto puede marcar la diferencia.

Por: Brian C. Dalenz Cortez – Comunicación Cecasem

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