JÓVENES CON SUEÑOS ESTANCADOS

18 de junio de 2025

La educación superior ausente en Rurrenabaque

En Bolivia, nacer lejos de una ciudad capital puede significar crecer con los sueños condicionados. En el municipio de Rurrenabaque, una de las puertas de entrada a la Amazonía boliviana, el acceso a educación superior es un privilegio que simplemente no existe para la mayoría. En esta región, las ganas sobran, pero las oportunidades faltan. Es una realidad dura, persistente, que revela la distancia abismal entre las políticas educativas diseñadas desde el centro del país y las necesidades urgentes de la periferia.

La educación técnica, si bien ha sido una respuesta parcial, no alcanza. Existen institutos con carreras en contabilidad, enfermería, agronomía o idiomas, pero para un joven que sueña con ser médico, abogado, arquitecta o ingeniero, la secundaria marca el fin de un camino. No hay continuidad formativa. La ausencia de universidades con programas de licenciatura en el municipio obliga a elegir entre dos opciones igualmente injustas: renunciar al sueño profesional o migrar a una ciudad como La Paz, Trinidad o Santa Cruz, donde los costos de vida son imposibles para la mayoría de familias locales.

Quienes trabajamos desde territorio sabemos que el obstáculo no es la falta de voluntad. Los estudiantes tienen aspiraciones claras, ambiciones nobles, el deseo de servir, de aprender, de ser alguien para su comunidad. Pero tropiezan con dos murallas: la pobreza y la distancia. Una madre de familia, con voz entre la rabia y la resignación, lo dice todo: “Los jóvenes que desean ser médicos o abogados no pueden cumplir su meta, porque muchas veces no alcanza ni para comer, peor para mandarlos a estudiar lejos. Y aquí no hay dónde empezar esas carreras”. Lo dice en voz baja, pero representa a muchas otras que callan por costumbre.

El acceso a educación superior en Bolivia sigue siendo profundamente desigual. Mientras en las capitales se discute sobre rankings universitarios, tecnología o posgrados, en la Amazonía boliviana hay jóvenes que no pueden dar siquiera el primer paso. Esta exclusión es estructural y reproduce la lógica de un país centralista, donde las decisiones se toman lejos de donde más se necesitan.

No se trata de negar el valor de los institutos técnicos de Rurrenabaque. Muchos de ellos hacen lo que pueden con recursos limitados y compromiso admirable. Pero la falta de conexión con universidades que permitan a los estudiantes continuar sus estudios hacia una licenciatura corta el camino justo cuando empieza. A esto se suma la precariedad de recursos, la escasa infraestructura, y la limitada posibilidad de prácticas profesionales reales. Así, el talento local queda atrapado en un techo bajo y duro.

Desde Cecasem hemos podido evidenciar que estas condiciones no solo afectan el desarrollo académico de la juventud, sino que también aumentan su vulnerabilidad. Cuando no se abren caminos de formación, se abren rutas de migración forzada, de informalidad, e incluso de captación por redes de explotación. Una sociedad que no invierte en el futuro de sus jóvenes, especialmente de los más alejados, está condenada a repetir la exclusión.

La solución no es imposible, pero requiere voluntad política, planificación territorial y una visión de país verdaderamente descentralizada. Necesitamos universidades que salgan de las capitales y lleguen a los territorios. Becas con enfoque territorial que incluyan alimentación y alojamiento, no solo matrícula. Convenios que articulen institutos con casas de estudio superiores. Educación virtual con apoyo presencial en centros comunitarios equipados. No se trata de caridad: se trata de justicia.

Rurrenabaque no solo es cuna de biodiversidad; es también cuna de mentes brillantes que hoy sobreviven entre la pobreza y el olvido institucional. Bolivia no puede permitirse seguir desperdiciando el potencial de su juventud por falta de inversión y planificación. Porque los sueños no deberían depender del código postal.

Por: Ingrid Molina C. - Técnico de campo – Cecasem

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