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FRÍO MORTAL EN BOLIVIA

julio 8, 2025

Dos niños mueren en Oruro y el país enfrenta la crudeza de las heladas

Las temperaturas extremas vuelven a cobrar vidas en el altiplano, mientras miles de familias luchan por sobrevivir al invierno más severo de los últimos años. El Senamhi advierte que el frío persistirá y crecen los llamados a prevenir nuevas tragedias.

En Bolivia, el frío no solo es una estación del año, sino un enemigo silencioso que cada invierno amenaza a los más vulnerables, sin embargo, el invierno de este año es el peor. La madrugada del lunes, dos niños murieron en el municipio de Poopó, en Oruro, aparentemente víctimas de hipotermia. Tenían apenas ocho y seis años. Vivían junto a su familia en una comunidad dedicada a la crianza de ganado y agricultura, donde las temperaturas han caído en los últimos días hasta por debajo de ocho grados bajo cero. Su muerte se suma a casos recientes ocurridos hace solo unos meses, cuando otros niños también fallecieron en circunstancias similares, víctimas del mismo enemigo: el frío extremo.

Mientras Bolivia sigue discutiendo crisis políticas, bloqueos o el precio del dólar, la helada avanza silenciosa en las madrugadas. El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) ha emitido alertas naranjas para gran parte del altiplano. Informes recientes señalan que las temperaturas mínimas en Oruro descendieron hasta –8,2 °C, y en zonas de La Paz y Potosí el termómetro también ha rozado marcas históricas. Según Senamhi, la ola de frío persistirá al menos hasta mediados de julio, trayendo consigo heladas más severas y riesgos para la salud de la población, en particular niños, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias.

Las bajas temperaturas no solo cobran vidas humanas. También están dejando huellas profundas en la economía. En muchas provincias del altiplano y los valles, cultivos de papa, haba, quinua y maíz han sido afectados por heladas que arruinan cosechas y dejan a miles de familias campesinas sin ingresos. Para quienes dependen de la producción agrícola para sobrevivir, cada helada significa no solo menos comida en la mesa, sino la posibilidad real de endeudarse o emigrar. Según datos del viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, hasta ahora 403.147 familias han sido afectadas por el frío en 227 municipios de Bolivia. Entre ellos, 92 municipios se encuentran oficialmente en situación de desastre y otros 12 en emergencia.

La muerte de los niños en Poopó es, quizás, la imagen más dolorosa de esta crisis. En comunidades rurales, donde las viviendas suelen estar construidas con adobe y techos livianos, el frío penetra con violencia. Muchas familias no cuentan con estufas ni calefacción adecuada. A veces, ni siquiera con suficientes frazadas para cubrirse en las noches gélidas. Cuando los síntomas de hipotermia comienzan —escalofríos intensos, piel fría, letargo—, los centros de salud suelen estar demasiado lejos. Trasladar a un niño enfermo puede tomar horas o simplemente no ocurrir, por miedo, falta de transporte o caminos intransitables en medio de heladas.

Bolivia no es ajena a este drama. En los últimos años, se han registrado fallecimientos vinculados al frío, aunque muchas veces quedan invisibles entre las estadísticas. Según informes de años anteriores, durante las heladas de 2023-2024, al menos 18 personas murieron por causas relacionadas con hipotermia o enfermedades respiratorias exacerbadas por las bajas temperaturas. En 2024, la historia parece repetirse, aunque las cifras finales aún no se han consolidado.

Desde el Senamhi se ha insistido en la importancia de estar atentos a los avisos meteorológicos. Las recomendaciones incluyen usar ropa térmica en capas, abrigar bien a niños y personas mayores, contar con refugios comunitarios equipados con estufas seguras y buscar atención médica inmediata ante síntomas de hipotermia o enfermedades respiratorias. Sin embargo, las recomendaciones muchas veces se topan con la realidad de comunidades que viven en pobreza extrema, sin acceso a calefacción, transporte o información oportuna.

En Poopó, la comunidad está sumida en el duelo, mientras las autoridades locales han pedido ayuda para afrontar los próximos días. En redes sociales, muchos usuarios expresan indignación y tristeza, señalando que estas tragedias se repiten cada invierno porque el país carece de políticas estructurales para proteger a las familias más vulnerables. Las imágenes de niños con ropa insuficiente o viviendas improvisadas se convierten cada año en el testimonio más crudo de la desigualdad.

Para Cecasem, mantener una postura neutral no significa quedarse callados ante el dolor humano. Desde la organización se hace un llamado a las autoridades nacionales y locales para fortalecer planes de prevención, garantizar abrigo y alimentos, y sobre todo, proteger la vida de quienes más lo necesitan. Porque el frío no es solo cuestión de clima: es una prueba de justicia social. Nadie debería morir de frío en un país que tiene recursos y talento suficiente para prevenirlo.

Mientras las temperaturas siguen cayendo y el Senamhi mantiene las alertas, miles de familias aguardan una respuesta más firme. En cada noche helada, en cada comunidad silenciosa del altiplano, late la misma pregunta:

¿CUÁNTAS VIDAS MÁS COSTARÁ EL INVIERNO ANTES DE QUE ALGO CAMBIE DE VERDAD?

Imágenes creadas por IA

Por: Brian C. Dalenz Cortez – Comunicación Cecasem


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