Tres naciones indígenas —guaraní, weenhayek y tapiete— impulsan una alianza inédita con organizaciones ambientales para frenar la contaminación minera, petrolera y la deforestación que amenazan al río Pilcomayo. La propuesta plantea crear un corredor ecológico de más de 350.000 hectáreas para proteger la biodiversidad y garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades que dependen del afluente.

El río Pilcomayo, columna vertebral de la vida en el Gran Chaco y fuente de sustento para cientos de familias indígenas, atraviesa su momento más crítico. Frente a los impactos acumulados de la minería en Potosí, las actividades gasíferas en la cuenca media, la deforestación acelerada y el avance del cambio climático, los pueblos guaraní, weenhayek y tapiete han decidido organizarse para defender al afluente que consideran parte esencial de su identidad y supervivencia.
Para enfrentar estas amenazas, nació el Corredor Pilcomayo, un proyecto de conservación de más de 351.000 hectáreas que busca proteger las riberas del río desde su ingreso a Tarija hasta la frontera con Argentina y Paraguay. La iniciativa, liderada por la organización Nativa con apoyo de The Pew Charitable Trusts, propone un área de manejo flexible que permita el desarrollo sostenible sin destruir los ecosistemas ribereños.
El Corredor Pilcomayo no pretende restringir las actividades tradicionales de las comunidades, como la pesca, la apicultura o la recolección de frutos nativos. Por el contrario, busca frenar la expansión de prácticas nocivas como la deforestación para ganadería extensiva, los monocultivos y las intervenciones mineras y petroleras que están afectando la calidad del agua y la salud de las poblaciones locales.
Testimonios recogidos en comunidades del Chaco muestran la gravedad del deterioro. Integrantes del pueblo weenhayek advierten que la pesca, base de su cultura y alimentación, se redujo hasta en un 60% y que los peces —cada vez más pequeños— presentan rastros de contaminación por metales pesados. Estudios de universidades y organismos trinacionales confirman la presencia de mercurio, plomo, arsénico y otros elementos por encima de los límites permitidos, afectando directamente a quienes dependen del río.
A ello se suma la preocupación por posibles filtraciones y daños vinculados a la explotación gasífera en la cuenca media, particularmente en la comunidad de Yuati, donde uno de los complejos petroleros más grandes del país opera a pocos metros del río. Este conjunto de amenazas ha llevado a los pueblos indígenas a reclamar acciones urgentes y efectivas de parte del Estado boliviano.
El Pilcomayo, que recorre más de 2.000 kilómetros y conecta Bolivia, Argentina y Paraguay, es considerado una de las arterias hídricas más importantes del Gran Chaco, especialmente en una región marcada por la sequía prolongada. Cientos de familias dependen de él para la pesca, la provisión de agua, la producción de miel y otros ingresos que sostienen la economía local.
La propuesta del Corredor Pilcomayo se perfila como un “candado ecológico” para evitar el avance de actividades depredadoras y asegurar que el río siga cumpliendo su función vital para las generaciones presentes y futuras.
Por: Joel Poma Chura - Comunicación Cecasem

