La Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) dio un paso decisivo hacia la producción nacional de bioplásticos, desarrollados a partir de residuos de tallos de quinua y microorganismos nativos del Salar de Uyuni, una alternativa estratégica para enfrentar la contaminación por plásticos y reducir la dependencia de derivados fósiles importados en el país.

El proyecto, impulsado por el Instituto de Investigación y Desarrollo de Procesos Químicos (IIDEPROQ) de la Facultad de Ingeniería, junto con el grupo Biotech-Chem Engineering, logró producir polímeros biodegradables —como el poli(3-hidroxibutirato) (PHB)— mediante procesos biotecnológicos que aprovechan dos recursos clave del altiplano boliviano: la agroindustria de la quinua y la diversidad microbiana única del salar.
“Este bioplástico puede degradarse en solo dos o tres meses, frente a los cien años que puede tardar una bolsa convencional”, destacó el coordinador del proyecto, Cristhian Carrasco, quien remarcó que Bolivia importa pellets plásticos derivados de combustibles fósiles, un costo económico y ambiental que el país podría reducir con producción propia.
La investigación dio sus primeros pasos en 2013, identificando bacterias extremófilas de Uyuni con capacidad para sintetizar biopolímeros y valorizando residuos agrícolas como los tallos de quinua, que suelen ser desechados tras la cosecha. El proyecto recibió financiamiento de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional (ASDI), permitiendo instalar equipos de análisis de alto nivel y una planta piloto para escalar la producción.
Los bioplásticos desarrollados presentan aplicaciones concretas que responden a necesidades urgentes del país. En agricultura, pueden utilizarse como hidrogeles capaces de retener agua y dosificarla de forma gradual a cultivos en zonas afectadas por sequías:
“Estos materiales permiten reducir el riego y mejorar la resiliencia agrícola en tiempos de escasez hídrica”, explicó Carrasco.
En medicina, el material podría emplearse en tratamientos para quemaduras y regeneración de piel, reemplazando insumos importados.
El avance abre también la vía para políticas públicas que permitan sustituir el plástico tradicional en productos de uso masivo como bolsas y empaques. La reciente discusión legislativa sobre la reducción del plástico de un solo uso encuentra así una alternativa técnica viable para transitar hacia materiales sostenibles de producción nacional.
La producción de PHB a partir de bacterias Halomonas boliviensis cultivadas en hidrolizados de quinua fue reportada por primera vez por el equipo boliviano en colaboración con investigadores de Suecia y Noruega, demostrando que la biotecnología con identidad territorial es posible:
“Si Bolivia va a regular el uso del plástico, necesita primero generar alternativas propias. Este proyecto responde exactamente a esa urgencia”, indicó Carrasco.
La iniciativa refuerza la soberanía científica y tecnológica del país en un contexto global donde la producción de plástico supera las 390 millones de toneladas al año y la transición hacia materiales biodegradables es una prioridad ambiental.
El equipo respalda la escalabilidad del proyecto y visualiza una futura industria de bioplásticos del altiplano que genere empleo, impulse bioeconomías locales y convierta a Bolivia en un referente regional en innovación verde.
Por: Joel Poma Chura - Comunicación Cecasem

