La posesión de Rodrigo Paz marca un cambio simbólico e ideológico en el país. Sin embargo, más allá de los gestos y las consignas, el reto central de su gobierno será responder a la crisis económica y proteger los derechos sociales de las familias bolivianas.

“Dios, patria y familia, sí juro”. Con esas palabras, Rodrigo Paz asumió la presidencia de Bolivia el 8 de noviembre, marcando el inicio de una nueva etapa política. El acto de investidura, cargado de emotividad y acompañado por líderes regionales e internacionales, fue también una señal de reorientación ideológica.
El lema, con profundas resonancias históricas, ha sido adoptado en los últimos años por movimientos de corte liberal y conservador en América Latina. Su inclusión en el discurso presidencial boliviano marca un punto de inflexión respecto a los últimos 20 años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), caracterizados por una narrativa de identidad plurinacional e inclusión indígena.
Este giro no debe entenderse solo como un cambio de símbolos, sino como una nueva manera de concebir el Estado y la sociedad. Paz parece apostar por un modelo más institucionalista y liberal, centrado en la iniciativa privada, pero deberá demostrar que estos valores pueden convivir con los principios de justicia social, equidad y derechos humanos que la ciudadanía boliviana ha conquistado en las últimas décadas.
Rodrigo Paz asume el mando en un escenario de inestabilidad económica: escasez de combustibles, falta de divisas y alza de precios que ya golpea a las familias. El nuevo gobierno deberá enfrentar una economía debilitada por la caída de exportaciones de gas, un déficit fiscal elevado y la pérdida de confianza del sector privado.
Su propuesta de “capitalismo popular” —o “platita para todos”— busca combinar incentivos al emprendimiento, reducción de impuestos y créditos accesibles con un enfoque social. Este modelo aspira a generar dinamismo económico desde la base, aunque todavía carece de una hoja de ruta clara que permita evaluar su sostenibilidad en el tiempo.
Desde la sociedad civil, los retos son evidentes: garantizar que la recuperación económica no implique retrocesos en derechos sociales, especialmente en áreas como salud, educación, protección del medioambiente y atención a poblaciones vulnerables. La estabilidad macroeconómica será insuficiente si no se traduce en bienestar real para las personas.
Paz llega al poder sin un partido sólido que lo respalde, lo que representa un desafío para la gobernabilidad. El Partido Demócrata Cristiano (PDC), vehículo electoral con el que ganó, cuenta con una débil estructura nacional. Esto lo obligará a tejer consensos en una Asamblea fragmentada y a construir puentes con sectores sociales que durante años se sintieron representados por el MAS.
En ese escenario, el vicepresidente Edmand Lara juega un papel clave. Ex policía y figura popular, simboliza la conexión con los sectores urbanos y populares que buscan un gobierno cercano. Su presencia en la fórmula genera esperanza de representatividad, pero también expectativa: la alianza entre lo institucional y lo popular será puesta a prueba desde el primer día.
En política exterior, Paz propone una apertura internacional “selectiva”, privilegiando las relaciones con democracias y economías abiertas. Su decisión de no invitar a los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua a la investidura envía un mensaje claro sobre su posición respecto a los derechos humanos y las libertades políticas.
El nuevo gobierno busca reactivar el diálogo con la Unión Europea, fortalecer la cooperación con Estados Unidos y estrechar vínculos con países vecinos como Brasil, Chile y Paraguay. Sin embargo, deberá hacerlo sin comprometer los principios de soberanía ni la sostenibilidad de los recursos naturales.
La clave estará en mantener una diplomacia coherente con los derechos humanos y el desarrollo sostenible, principios que deberían ser parte integral de cualquier política pública, más allá del signo ideológico del gobierno de turno.
El simbolismo del juramento presidencial no puede distraer de lo esencial: Bolivia atraviesa una crisis que afecta el acceso a servicios básicos, el empleo y el poder adquisitivo.
En este nuevo ciclo político, la prioridad debe ser garantizar condiciones de vida dignas, fortalecer las instituciones democráticas y promover la cohesión social. Los próximos meses serán determinantes para saber si el “capitalismo popular” de Paz logra equilibrar crecimiento con equidad, y si su gobierno puede mantener la confianza de una ciudadanía cansada de promesas.
Desde la sociedad civil, el rol de vigilancia y acompañamiento será fundamental: promover la transparencia, exigir políticas inclusivas y recordar que el desarrollo solo es sostenible si se construye sobre los cimientos de la justicia social.
Rodrigo Paz inicia su mandato bajo una consigna que evoca valores tradicionales. Sin embargo, el verdadero compromiso con “Dios, patria y familia” se medirá no en discursos, sino en resultados concretos: garantizar alimento en la mesa, estabilidad en los hogares y esperanza en las calles.
Porque, más allá de los símbolos, la patria se defiende cuando se cuida la vida, se protege la dignidad y se construye un país donde todas las familias puedan vivir sin miedo ni carencias.
Por: Joel Poma Chura - Comunicación Cecasem

