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SER MUJER, JOVEN Y CAMPESINA

junio 16, 2025

El triple reto invisible que Bolivia no puede seguir ignorando

La realidad de miles de jóvenes rurales atraviesa silencios, desigualdades y esperanzas sembradas en la tierra.

En Bolivia, mientras muchas miradas se posan en las ciudades y los grandes discursos del desarrollo, hay una juventud silenciosa que se levanta antes del amanecer, trabaja la tierra, cuida a su familia y sueña con algo más. Son mujeres. Son jóvenes. Y son campesinas.

Esta combinación, lejos de ser reconocida como una fuente de fortaleza y futuro, se convierte en una triple carga social. En ellas se concentran las desigualdades de género, edad y territorio. Son invisibles para el sistema, pero esenciales para la vida.

En las comunidades rurales de Bolivia, el trabajo de las mujeres jóvenes empieza desde niñas. Se encargan de las labores del hogar, el cuidado de hermanos, la producción agrícola y, en muchos casos, de mantener el tejido familiar y comunitario. Sin embargo, rara vez se les reconoce como sujetas de derechos.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 55,3% de las jóvenes rurales no concluyen la secundaria, y en departamentos como Beni o Pando, 4 de cada 10 son madres antes de los 20 años. Además, solo el 7% tiene acceso a tierras propias, lo que perpetúa su dependencia económica y las deja fuera de decisiones productivas.

El abandono escolar es una realidad frecuente. La lejanía de los centros educativos, la escasa oferta en idioma originario y la falta de transporte limitan el acceso a una educación digna. A esto se suma la carga doméstica impuesta desde temprana edad.

La brecha digital también golpea fuerte: muchas jóvenes no cuentan con celular, acceso a internet o capacitación en herramientas tecnológicas. Esto las excluye de procesos formativos y de información básica sobre sus derechos.

En el ámbito comunitario, su voz es silenciada. A pesar de tener ideas, propuestas y fuerza, su participación es mínima. “Los varones mandan”, nos dijo una joven de la comunidad de Cachuela. Esa frase resume una cultura que aún las mira como ayudantes y no como protagonistas.

La violencia machista sigue siendo una constante en las zonas rurales. El control sobre sus cuerpos, decisiones y espacios es ejercido muchas veces por miembros de su propia familia o comunidad. Las rutas de denuncia son inaccesibles o inexistentes, y el miedo al rechazo las paraliza.

Según la Defensoría del Pueblo, 7 de cada 10 mujeres en áreas rurales han sufrido violencia, pero solo el 10% se atreve a denunciar. El estigma, la dependencia económica y la falta de acompañamiento institucional las obliga a callar.

A esto se suma la ausencia de información en salud sexual y reproductiva. Las jóvenes rurales tienen cuatro veces menos acceso a información y servicios que sus pares urbanas. Esto no solo vulnera su autonomía, también compromete su salud y sus oportunidades.

A pesar de este panorama, hay una generación de mujeres jóvenes que se está formando y organizando para transformar su realidad. Desde Cecasem, hemos acompañado a varias de ellas en procesos de liderazgo, agroecología, derechos humanos y participación comunitaria.

En San Ignacio de Velasco, jóvenes como Verónica lideran ferias productivas sostenibles. En el norte de La Paz, chicas como Ruth replican talleres de derechos sexuales en sus comunidades. En Coroico, otras impulsan círculos de apoyo y reflexión entre mujeres jóvenes.

“Yo antes bajaba la cabeza en las reuniones. Ahora coordino mi grupo, hablo con las autoridades y sé que mi voz importa”, nos dijo Ana, de la comunidad de Bella Vista.

Estas acciones, aunque pequeñas, son transformadoras. Rompen el ciclo del silencio, abren caminos y devuelven el poder a quienes siempre lo tuvieron negado.

La juventud rural femenina no necesita que hablemos por ellas. Necesita que las escuchemos, que abramos espacios reales, que aseguremos condiciones dignas para su desarrollo. Su voz, fuerza y saberes son indispensables para construir una Bolivia más justa, igualitaria y resiliente.

Desde Cecasem, reafirmamos nuestro compromiso por estar a su lado, sembrando oportunidades, defendiendo sus derechos y caminando juntas hacia un futuro donde ninguna joven vuelva a sentirse invisible.

“Si alguna vez soñamos con un país justo, será con ellas cultivando libertad, una semilla y una decisión a la vez.”

Imágenes generadas por IA

Autor: Brian C. Dalenz Cortez


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