La crisis de combustible que enfrenta Bolivia tiene efectos mucho más profundos de lo que parece en la vida diaria de los ciudadanos. En las zonas urbanas, la escasez de gasolina y diésel afecta el transporte público, interrumpe la jornada laboral, y complica la vida escolar y universitaria. El transporte interdepartamental, vital para quienes necesitan desplazarse de una región a otra, enfrenta tiempos de espera sin precedentes y aumentos en costos que afectan tanto a los pasajeros como a quienes dependen de sus productos y servicios. Sin embargo, esta crisis no solo perjudica a las ciudades; su impacto se siente aún más intensamente en las zonas rurales y en las comunidades indígenas, quienes dependen del combustible para actividades esenciales de supervivencia.
Entre los sectores más invisibilizados se encuentran los pueblos indígenas, como los Tsimanes de la región de San Borja. Para ellos, la falta de combustible no es solo un obstáculo más; es una barrera a su derecho a un sustento digno. En estas comunidades, las familias comienzan su jornada alrededor de las 3 o 4 de la mañana, preparándose para llevar al mercado racimos de plátano, yuca u otras frutas de temporada. En su vida diaria, la palabra “cercano” pierde sentido, ya que para muchos el viaje hacia el mercado más próximo significa caminar entre cinco y seis horas cargando productos pesados.
En tiempos normales, con algo de suerte, algunas familias logran encontrar algún transporte que las acerque hasta la carretera, ahorrándoles una parte del trayecto. Sin embargo, cuando la escasez de combustible es tan grave como la actual, la posibilidad de transporte se esfuma, y estas familias deben resignarse a hacer el recorrido entero a pie, muchas veces sin ningún ingreso seguro a su retorno.
Al llegar al mercado, la espera se extiende todo el día mientras intentan vender sus productos, enfrentándose además a la competencia de otros vendedores en circunstancias similares. Si logran vender, el regreso puede ser más ligero; de lo contrario, el peso del fracaso y la carga sin vender se convierte en un recordatorio del impacto desigual que tiene esta crisis en su vida. La escasez de combustible convierte a las actividades esenciales para estas comunidades en un esfuerzo agotador, agravando su ya precaria situación y haciéndolos aún más vulnerables.
Los agricultores y pequeños productores también están sufriendo de forma aguda esta crisis. Bolivia cuenta con una gran diversidad de producción agrícola, y muchas familias dependen de su capacidad de transportar sus productos a los centros urbanos para generar ingresos. Sin embargo, la falta de combustible limita su acceso a los mercados, y en el caso de productos perecibles como frutas y verduras, las pérdidas son inminentes. Además, la interrupción en el suministro impacta la seguridad alimentaria en las ciudades, que dependen de estas comunidades para el abastecimiento de productos frescos.
El transporte de alimentos y productos básicos se vuelve incierto, afectando tanto a quienes producen como a quienes consumen. Esta situación también afecta a las economías locales, ya que cada vez más familias en el campo enfrentan pérdidas y endeudamiento. El problema del combustible en Bolivia ha revelado lo vulnerable que es nuestro sistema de producción y abastecimiento, especialmente cuando las comunidades rurales carecen de apoyo para superar estos momentos críticos.
La crisis de combustible se agrava con los bloqueos derivados de conflictos sociales, lo que complica aún más el traslado de bienes y personas. Esta combinación de problemas ha convertido el país en un caos, donde tanto las actividades cotidianas como las labores fundamentales se ven interrumpidas, y los sectores más vulnerables son los más perjudicados. En este contexto, las comunidades indígenas y rurales se encuentran en una situación de abandono, ya que no solo enfrentan la falta de recursos sino también la indiferencia frente a sus necesidades y derechos.
Desde Cecasem, hacemos un llamado a la empatía y a la acción. La crisis de combustible no es solo un problema logístico o económico; es una cuestión de derechos humanos y de justicia social. Las comunidades indígenas, los agricultores y todos aquellos que viven en áreas rurales merecen tener las mismas oportunidades y condiciones para acceder a los recursos que necesitan para vivir dignamente. Es urgente que las autoridades implementen soluciones que incluyan a todos los sectores de la sociedad y que respondan a las necesidades de quienes más lo requieren.
Cecasem continuará abogando por un país más inclusivo y justo, donde las voces de todas las comunidades, sin importar cuán remotas o invisibles sean, sean escuchadas y consideradas. Juntos podemos trabajar para construir un sistema más equitativo que respete y valore a cada una de las personas que forman parte de Bolivia, desde las ciudades hasta los pueblos más distantes.